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sábado, 11 de agosto de 2007

la reina victoria

(Londres, 1819-isla de Wight, Reino Unido, 1901) Soberana del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda (1837-1901) y emperatriz de la India (1876-1901). Hija de Eduardo, duque de Kent, y de María Luisa de Sajonia-Coburgo, entró en la línea sucesoria al trono al fallecer su padre, en 1819, durante el reinado de Jorge IV. Quedó entonces bajo la tutela de su tío Leopoldo de Bélgica, quien ejerció gran influencia sobre ella. En 1837, a los dieciocho años de edad, heredó de su tío Jorge IV la Corona del Reino Unido, pero no la de Hannover, que se separó de este modo de la británica, ya que excluía a las mujeres de la sucesión, motivo por el cual pasó a su tío Ernesto.
Convencida del valor de la Corona como símbolo de unidad nacional, en un momento en que la monarquía aparecía como una institución frágil y discutida en el Reino Unido, se impuso la tarea de restaurar la imagen de la institución, para lo cual convirtió la respetabilidad en la primera obligación tanto para ella como para la familia real. En 1840 contrajo matrimonio con Alberto de Sajonia-Coburgo, hombre discreto y equilibrado que aportó solidez a su posición y a quien convertiría en 1857 en príncipe consorte. Personaje de talante conservador, influyó en el cambio de simpatías políticas de la reina, que pasaron de los liberales (whigs) a los conservadores (tories).
Este cambio de imagen encontró un eco favorable en la burguesía británica, que vio en la reina un punto de referencia para su comportamiento social. No obstante sus simpatías hacia los conservadores, en el interior trató de mantener el equilibrio entre las dos fuerzas políticas y, en general, respetó la autoridad emanada del Parlamento y la alternancia de gobiernos, aunque hizo valer sus prerrogativas reales como máxima autoridad de la Iglesia Anglicana e intervino personalmente en el nombramiento de cargos en la armada, la marina y el episcopado.
En cuanto a la política exterior, con la intención de establecer un equilibrio dinástico favorable al Reino Unido e imponer su influencia política en el continente, hizo valer sus lazos familiares con otras casas reinantes de Europa y creó otros nuevos, a través de los enlaces dinásticos de sus nueve hijos, motivo por el cual fue llamada «la abuela de Europa». Muy atenta a la evolución de los asuntos políticos, y convencida del papel activo que correspondía a la monarquía en política exterior, no dudó a la hora de interferir en la gestión de sus gobiernos cuando lo consideró imprescindible. En 1851 exigió y obtuvo la dimisión del primer ministro John Russell por haber aceptado el golpe de Estado de Napoleón III en Francia; tampoco evitó el enfrentamiento con Palmerston, a pesar de su popularidad, ni con Gladstone, a propósito de su política de concesión del autogobierno (Home Rule) a Irlanda.
La muerte de su esposo, en 1861, afectó profundamente a la soberana, quien se desentendió por un tiempo de los asuntos del reino, aunque cuidó de que el príncipe heredero, su hijo Eduardo, siguiera ejerciendo los deberes de la Corona. Su coronación como emperatriz de la India en 1877 constituyó el punto culminante de su largo reinado, de casi sesenta y cuatro años, durante el cual el Reino Unido se convirtió en la mayor potencia colonial del mundo, cuyos dominios comprendían la India, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y numerosos enclaves coloniales en Asia y África.
La prosperidad económica, el desarrollo cultural y la nueva imagen que supo dar a la monarquía, ejemplo de respetabilidad familiar y de puritanismo en las costumbres, caracterizaron lo que se dio en llamar era victoriana. En 1899, el estallido de la guerra de los bóers en África del Sur preludió una época de convulsiones mundiales que acabarían por sacudir los cimientos de su imperio.
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